Hollywood miente. Es hora de decirlo a las claras. Las fuerzas de la naturaleza y el inmenso y oscuro mar, más que los piratas o los buques de las naciones con las que se mantenÃan conflictos, fueron los auténticos enemigos de los barcos cargados de tesoros que cubrÃan la Carrera de Indias, la extraordinaria ruta marÃtima que unÃa los territorios de la monarquÃa a través del océano Atlántico. En 1493 regresó a la PenÃnsula la expedición capitaneada por Cristóbal Colón, que anunció el descubrimiento de nuevas islas hacia las Indias. La expansión española en ese nuevo mundo fue rápida. A finales del siglo XVI, transcurridos apenas cien años, las florecientes ciudades de México, Lima y PotosÃ, a la sombra de ricas minas de metales preciosos, tenÃan más habitantes que las más grandes de Europa. Desde 1561 y hasta 1748, para llevar suministros a los colonos y luego llenar las bodegas de plata, oro, y ricas mercancÃas de regreso a España, cruzaron los mares dos flotas anuales. Eran barcos del rey, llenos de riquezas de la Corona y de particulares, por lo que su pérdida era una cuestión de Estado. Lo cierto es que, pese a su número, durante dos siglos y medio, no se perdieron demasiados. Este es el relato de su épico viaje.